"Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta" (Pablo Neruda)













miércoles, 9 de febrero de 2011

Mark Twain

Después de la caída…

“Cuando miro hacia el pasado, el Jardín me parece un sueño. Era hermoso, superlativamente hermoso, encantadoramente hermoso, pero ahora esta perdido y ya no lo veré más.
He perdido el Jardín, pero lo he encontrado a él, y estoy contenta. Me ama tanto como puede; yo lo amo con toda la fuerza de mi naturaleza apasionada, y pienso que esto es propio de mi edad y de mi sexo. Si me pregunto porque lo amo, encuentro que no lo sé, y realmente no me importa mucho saberlo; así supongo que esta clase de amor no es producto del razonamiento y las estadísticas, como el amor por otros reptiles y animales. Pienso que así debe ser. Amo a ciertos pájaros por su canto, pero no amo a Adán por el suyo. No, no es eso; cuanto más canta, menos me avengo con su canto. Sin embargo le pido que cante, porque quiero aprender a gustar de todo lo que le interesa.
Estoy segura de que puedo aprender, porque al principio no podía soportar su canto y ahora puedo. Vuelve ácida la leche, pero no importa, puedo acostumbrarme a esa clase de leche.
No es por su inteligencia que lo amo. No, no es eso. No hay que culparlo por su inteligencia tal como es, porque él no la hizo: él es como Dios lo hizo, y esto es suficiente. Hubo un propósito sabio en ello, eso lo sé. A su tiempo se desarrollará, aunque pienso que no será repentinamente; por otro lado, no hay apuro, está muy bien como es.
No es por sus maneras graciosas y consideradas, y por su delicadeza que lo amo. No, tiene deficiencias en esto, pero está muy bien así, y esta mejorando.
No es por laboriosidad que lo amo. No, no es eso. Pienso que es algo que lleva consigo, y no sé porque quiere ocultármelo. Es mi única pena. En todo lo demás es franco y abierto conmigo, ahora. Creo que no me oculta nada salvo su laboriosidad. Me duele que tenga un secreto conmigo, y a veces pensar en ello turba mi sueño, pero lo alejaré de mi mente, no permitiré que esto estropee mi felicidad, que es rebosante.
No es por su educación que lo amo. No, no es eso. Es autodidacta, y realmente sabe un montón de cosas. Claro que no son como él las sabe.
No es por su caballerosidad que lo amo. No, no es eso. Me ha herido, pero no lo culpo. Es una peculiaridad de su sexo, pienso, y él no hizo su sexo. Por supuesto yo hubiera muerto antes de herirlo, pero ésta también es una peculiaridad de mi sexo, y no me jacto  de ello. Yo no hice sexo.
Entonces, ¿Por qué lo amo? Simplemente porque es hombre, pienso.
En el fondo es bueno, y lo amo por eso. Pero lo amaría lo mismo aunque así no lo fuera. Si me pegara y me insultara, seguiría amándolo. Lo sé. Es una cuestión de sexo, creo.
Es fuerte y buen mozo, y lo amo por eso, y lo admiro y estoy orgullosa de él, pero podría amarlo sin estas cualidades. Si fuera feo, lo amaría, si fuera inválido, lo amaría, y trabajaría para él, y sería esclava por él, y rogaría por él, y estaría junto a su lecho hasta que estuviese muerta.
Sí, pienso que lo amo simplemente porque es mío y es hombre. No hay otra razón, supongo. Así que pienso que es como dije al principio: que esta clase de amor no es producto de razonamientos y estadísticas. Sencillamente llega – nadie sabe de dónde – y no puede explicarse. Y no es necesario explicarlo.
Es lo que pienso. Pero sólo soy una chica, y la primera que ha analizado esta cuestión, y puede resultar que en mi ignorancia e inexperiencia no lo haya hecho bien.”

Cuarenta años después

“Es mi plegaria, es mi deseo, que nos vayamos juntos de esta vida. Es un deseo que nunca perecerá en la tierra, sino que tendrá lugar en el corazón de toda esposa amante, hasta el fin del tiempo, y será invocado en mi nombre.
Pero si uno de los dos debe irse primero, mi plegaria es que sea yo, porque él es fuerte y yo soy débil. No le soy tan necesaria como él a mí; la vida sin él no sería vida. ¿Cómo podría soportarla? Esta plegaria también es inmortal y no cesará de ser elevada mientras mi raza continúe. Soy la primera esposa, y me repetiré en la última.”




Mark Twain (extracto de El diario de Adán y Eva)

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