"Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta" (Pablo Neruda)













viernes, 22 de octubre de 2010

La esencia de la tragedia griega

Tan sólo existe una tragedia en el mundo, la griega, la de Esquilo, Sófocles y Eurípides. Es la única que efectivamente conserva el sentido trágico de la vida, porque conserva sus dos elementos. Por un lado, las catástrofes humanas, que son constantes, en todo tiempo y en todo país. Por otro, el sentimiento de que estas catástrofes se deben a potencias sobrenaturales que se esconden en el misterio, cuyas decisiones nos son ininteligibles, hasta el punto de que el miserable insecto humano se siente aplastado bajo el peso de una Fatalidad despiadada de la que intenta en vano alcanzar el sentido. Si se suprime uno de estos dos factores, ya no existe verdadera tragedia.

Desde el principio de la Orestíada, bajo ese sol de plomo que aplasta el palacio de los Atridas, se siente que algo terrible va a pasar, debe pasar.

Ya que en definitiva se trata de esto. El hombre cumple su tarea como mejor puede. Los Dioses lo trastocan todo. El no comprende. Está, permanece constantemente en presencia de un Muro. Ahora bien, como a pesar de todo hay que vivir, y como el ser humano no puede dejar de pensar, cada uno de los Trágicos griegos ha buscado una grieta en este muro. Esto es lo que quisiera tratar de demostrar.

El dios, lo divino, es por esencia lo más poderoso que el hombre. Y lo que viene en segundo lugar, por lo menos en Grecia, tras el calificativo de poderoso, es el de Justo. Hesíodo, llena todo su poema de Los trabajos y los días con ésta noción de un Dios Justo.

De ahí que, en ese problema capital que plantea la tragedia griega – el insecto humano expuesto a la Fatalidad sobrenatural – el primero de los Trágicos, Esquilo, haya buscado una solución en la idea de Justicia. Si el hombre sufre, es necesario que haya sido culpable; sin ello el Dios justo se viene abajo. Es la solución de la Orestíada.

La Até es algo que no surge del hombre, es una especie de niebla caída del cielo por medio de la cual los Poderosos de lo alto ciegan al insecto humano, arrastrándolo luego como en un torbellino, de modo que ya no sabe lo que hace, actúa como un demente.  Un daimón, es decir, una Fuerza sobrenatural, esta Fuerza que, para cada hombre, determina su destino.

Esquilo cree a pesar de todo en la responsabilidad, en la culpabilidad. Si Dios es justo, y si el hombre sufre, el hombre no puede sufrir más que como castigo.

Esquilo no puedo soportar que el muro estuviera siempre cerrado. Quiso, con todas sus fuerzas, hallar una grieta. Mucho más sombría y cruel es la perspectiva de los dramas de Sófocles.

Veamos pues el personaje de Edipo. Edipo es completamente inocente. No sólo Edipo es completamente inocente, sino que desea hacer únicamente el bien, y son éstos esfuerzos mismos por hacer el bien los que le conducen a su horrible fin.
Edipo es inocente. Sin duda mato a su padre, pero no sabía que aquel extranjero que lo golpeo y que lo provocó fuera su padre. Llega a Tebas, salva a los tebanos, como todo el mundo sabe de las garras de la Esfinge. La ciudad de Tebas le proclama Rey y se casa con Yocasta, según las costumbres de su tiempo. Por supuesto ignora que Yocasta es su madre, por lo tanto se casa y tiene cuatro hijos con ella.

En Grecia se ha considerado siempre que el príncipe, que es responsable de su pueblo, que se encarga de defenderlo, debe poseer la virtud del Coraje, que viene del corazón, fuente de pasiones nobles, entre ellas la justa cólera.

Edipo es pues, inocente. Y vamos a ver ahora que, cuanto más se esfuerza en actuar bien,  más se estrecha a su alrededor la terrible red anudada para él por los dioses. Recordemos aquí que Edipo había sabido que, según el oráculo, mataría a su padre y se uniría incestuosamente con su madre. Pero el infortunado Edipo se obstina, quiere saber. En vano, Yocasta le censura.

Así por tres veces, Edipo hubiera podido salvarse. Por tres veces, y Tiresias, y Yocasta y el Pastor, le suplicaron que detuviera la investigación. Y cada vez se obstinó.

Pues el designio de los dioses es que el hombre no sea demasiado feliz Están celosos de la felicidad del hombre.

Los griegos han asociado siempre la gloria con la grandeza moral, con la práctica de lo que llaman Areté, y que es esencialmente la fuerza del infortunio.

En presencia de este muro de la fatalidad sobrenatural, cada uno de los tres trágicos ha buscado una grieta, y que Esquilo la había encontrado en la noción de Justicia. Con Sófocles, en realidad, ya no se puede hablar de grieta. El cielo permanece cerrado, los dioses callan. Pero, frente a los dioses mudos, el hombre se muestra grande precisamente al aceptar sus quereres inexorables, aceptándolos sin un murmurar, con conciencia del abismo que separa, que separará siempre, al insecto humano del sol que lo ilumina, de la lluvia que lo inunda, del Destino que le conduce del nacimiento a la muerte.

La idea de que el Dios es bueno no ha entrado jamás en una cabeza griega antes de Platón, ya que menos aún que la de justicia, la idea de bondad divina no está implicada en la noción de poder. Antes al contrario, como en nuestras vidas los acontecimientos independientes de nosotros son mucho mas a menudo tristes que felices, el griego esta persuadido, como he dicho, de que el dios, celoso de nosotros goza abrumándonos.

En Eurípides, la desesperación es tan total como en Sófocles. Y el remedio, como en Sófocles, es aceptar con coraje su destino.

Sin embargo hay algo más en Eurípides, sobre el reposo que da la naturaleza, cuando extendido en la hierba de un calvero, bajo los grandes pinos, uno se abandona al sueño bajo el murmullo de las ramas y se pierde en el gran Todo. Decía que tampoco Eurípides ofrece ninguna grieta. Pero esto puede ser una grieta. Una especie de quietismo, una voluptuosidad, no de pasión, sino de calma, un sueño que prepara para el sueño eterno.

Hay que haber experimentado hasta el fondo del ser la miseria humana para comprender el resorte secreto del trágico en la tragedia griega.



A. J. Festugiére – La esencia de la tragedia griega


Nota: Este texto es un resumen hecho por mí del Capítulo La esencia de la tragedia griega del libro que lleva el mismo título de A.J. Festugiére.



1 comentario: