"Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta" (Pablo Neruda)













miércoles, 19 de enero de 2011

Isadora Duncan – La danza del Futuro


Si investigamos en las fuentes reales de la danza, si vamos a la naturaleza, encontramos que la danza del futuro es la danza del pasado, la danza de la eternidad, así ha sido y siempre será.

El movimiento de las olas, del viento, de la tierra está siempre en la misma armonía. No nos paramos en la playa frente al océano y nos preguntamos cómo era su movimiento en el pasado y como será su movimiento en el futuro. Reconocemos que el movimiento peculiar a su naturaleza es eterno.

Sólo los movimientos del cuerpo desnudo pueden ser perfectamente naturales.

La expresión de la escuela moderna de ballet, en tanto que cada acción es un fin, y ningún movimiento, pose o ritmo es sucesivo o puede realizarse como una acción en sucesión, es una expresión de degeneración, de muerte en vida. Todos los movimientos de nuestra escuela moderna de ballet son movimientos estériles porque no son naturales: su propósito es crear ilusión de que la ley de gravedad no existe para ellos.

Los movimientos principales y fundamentales de la nueva escuela de danza deben tener en su seno las semillas a partir de las cuales puedan evolucionar todos los demás movimientos y, a su vez, cada uno, por separado, dar a luz a otros en una secuencia sin fin hacia una expresión, pensamientos e ideas aún más grandes y magníficos.

¡El ballet se condena a sí mismo alentando la deformación del bello cuerpo femenino!

Mi intención es, en el momento adecuado, fundar una escuela, construir un teatro donde cientos de niñas pequeñas serán entrenadas en mi arte que ellas mejorarán. En esta escuela no enseñare a las niñas a imitar mis movimientos, sino a realizar los suyos propios. No las forzaré a estudiar ciertos movimientos definidos , las ayudaré a desarrollar aquellos movimientos que les son naturales.

La escuela de danza del futuro debe desarrollar y mostrar la forma ideal de mujer.


Veo a América bailar


En uno de sus momentos de amor profético por América, Walt Whitman dijo: “Oigo a América cantar”, y puedo imaginar la canción poderosa que Walt escuchaba, desde el mar embravecido del pacífico, sobre las planicies, las voces emergentes de un gran coro de niños, jóvenes, hombres y mujeres cantando a la Democracia.

Cuando leí este poema de Whitman, también tuve una visión de América bailando una danza que puede ser la valiosa expresión de la canción que Walt escuchó cuando imaginó a América cantando.



A menudo me pregunto dónde esta el compositor americano que escuchará aquel canto de América que escuchó Walt; y que compondrá la verdadera música para la Danza Americana; la cual no contendrá ningún ritmo de Jazz, ningún ritmo de la cintura para abajo, sino el ritmo del plexo solar, el hogar temporal del alma, elevándose hacia la bandera cubierta de estrellas que se tiende como un cielo sobre esa franja de tierra que va desde el pacífico, pasando por las llanuras, sobre las cierras Nevadas, sobre las montañas Rocosas, hasta llegar al Atlántico.

Esto será la danza de América. Y a ésta danza ya no le quedará nada en sí de esa servil coquetería del ballet o de la convulsión sensual del negro sudafricano.

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